...Sin colores en el viento!

Espero recuerden mi planta de bugambilia, sí aquella que con sus hermosas ramas parecía jugar con las nubes… cuya sombra invitaba a sentarse y platicar de un sinfín de cosas entrañables, o simplemente para cerrar los ojos y pensar en lo que uno quisiera mientras nos llenaba de su frescura.

De niña aprendí que esta planta es tan compartida, que al crecer, sus ramas se cubren de flores mucho más del lado contrario del que se siembra.

Por ello mi abuela decía que si deseabas ver en tu patio su exquisita y estupenda floración, debías sembrarla en el terreno del vecino.

Como aún no somos tan civilizados, humanizados, compartidos, comprometidos o qué se yo, pues no me quedó más remedio que sembrarla en el límite de mi patio, contiguo a los vecinos, pues esto es inevitable, por lo menos aquí en México.

La planta se desarrolló en forma magnífica, de tal modo que al florecer, sucedió lo que yo ya sabía, muchas flores con mis vecinos, no tantas en mi patio… Aún así, yo estaba feliz!

Y cómo no estarlo si era la primera vez que tenía tiempo para cultivar plantas, pues durante treinta y tantos años cultivé almas de jóvenes que anhelaban ser profesores, a los que siempre les repetí lo importante que era sembrar y cuidar plantas; en aquél entonces solamente decía, no hacía.

Ahora es diferente pues tengo mucho tiempo para cuidarlas y verlas crecer, así que más o menos flores en mi patio, era lo de menos. Además que mis vecinos también podían disfrutar de esta planta de flores de papel…

Ayer me di a la tarea de recoger lo que ha quedado de esa esplendorosa planta, pues he tenido que arreglarla después de la “masacre” de la que fuera objeto por parte de la tijera y machete de mi vecino. La planta reaccionó ante el embate o a la ley de la gravedad y las ramas que le quedaron, se volcaron completamente hacia mi patio.

La fuerza del viento y la falta de estabilidad por haberse reducido a la mitad, ocasionó que se desplomara hasta el suelo.

Así es mis amigos, ahora descubrí que no a todas las personas les agrada la sombra, las flores, la vida que las plantas nos ofrecen, y considerando el legado del Benemérito de las Américas, que dice: “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, le he puesto límites, por decirlo de alguna forma, a lo que ha quedado de mi bugambilia, y con alambre muy delgado para no lastimarla tanto, la he atado por encima del tejabán de mi terraza.

Ahora esperaremos que la lluvia haga el prodigioso milagro de hacer renacer los retoños...

Y como también de dolor se canta, cuando llorar no se puede, aquí dejo una canción con dedicatoria especial y las fotos como evidencia de mis palabras y de los actos de algunos seres que se olvidan que es necesario sembrar y cultivar, no acabar con lo que la naturaleza pródiga nos regala.